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VILLADEMOR LA ERMITA, LA VIRGEN, LA PIEDAD Historia de un mito fundacional
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EXTERIOR
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Villademor es uno de los pocos pueblos de la comarca que conserva no una, sino dos ermitas. Una de ellas es la de la Virgen de la Piedad. Ha sido recién restaurada (2010) y su restauración, como ocurre casi siempre en estos casos, no ha estado exenta de polémica. Véase cómo estaba y cómo está (imágenes adjuntas). Que cada cual juzgue. Se ha perdido el edificio anejo a la torre, que le añadía más volumen y heterogeneidad al conjunto, sin embargo, la cubierta, fundamental para la conservación de todo el edificio, parece estar muy bien a pesar de la dificultad añadida de la pendiente tan acusada que presenta. Sin embargo, no se trabajó en absoluto ni se restauraron las zonas dañadas del empedrado de los soportales, cosa que sí se hizo en la ermita del Cristo y con un magnífico resultado. No obstante, el empedrado es precioso. En él hay incrustados huesos, a mí me parecen de oveja, lo que vulgarmente se llamaban tabas, haciendo figuras geométricas muy logradas y no sé si con algún simbolismo. Evidentemente hoy ese tipo de hueso no abunda mucho y hubiese sido difícil restaurarlo, pero tampoco se han esmerado en el restablecimiento de algunas otras zonas del empedrado. Se ha perdido con ello una de las particularidades más notables que tenía la ermita. También se han perdido las acacias que había en el frente. ¡Qué manía tienen, parece, los constructores con los árboles! ¿Qué les hubiese costado reponerlos de nuevo o conservarlos? Sin acacias parece que la ermita está despoblada, abandonada, desolada. Pero no tardarán mucho tiempo hasta que alguien en algún despacho se le ocurra remediar esto con algo peor y mandar plantar algún árbol de otras latitudes, algún abeto, pino o similar que desdibuje el conjunto. Tampoco han cuidado la parte trasera, la fuente, antes fresca y agradable en verano, ahora no invita a ir. Se podría haber sacado mucho partido a un lugar que siempre era muy visitado y lo que antes estaba repleto de vegetación ahora parece yermo. Espero que eso se rehabilite más adelante porque costaría, pienso yo, poco dinero e invitará al paseante a acercarse hasta la ermita, quien sabe si también a reflexionar sobre lo que la ermita representa: la VIRTUD de la PIEDAD que es de lo que se trata. Virtud, por cierto, que acrecienta su dominio y aparece con mayor profusión en tiempos de crisis como sabemos, pero que, por el contrario, pienso que habría de hacerse tanto más innecesaria cuanto más justicia social hubiese. Con esto ya digo bastante, hay piedad innecesaria. Dejemos las ermitas de la piedad para consuelo de las desgracias inevitables que no dependan de nosotros y luchemos por una mayor justicia social que evite mostrarse compasivo donde simplemente habría que aplicar otros remedios que sí dependen de nosotros.
Está construida principalmente de tapia real. Se llama así a aquella forma de tapiar en la que la tierra se mezclada en un porcentaje variable (en torno un 10 o 15 %) con cal apagada en polvo. Eso le da más consistencia y perdurabilidad. En cualquier caso las esquinas son en su mayor parte de ladrillo lo mismo que el camarín. Hay incluso algunas partes de adobe.
La torre, de planta cuadrada, no muy grande, no muy alta, está situada en el lado suroeste. Queda deslucida porque sobre ella, por el lado norte, descansa el empinado tejado lo que obligó a que por el lado sur se tuviesen que poner unos contrafuertes que también dejan deslucida la torre. Ésta es de ladrillo, tiene un único campanario y está rematada con una cubierta a cuatro aguas y un chapitel que termina en una veleta y una cruz. La restauración desgraciadamente no conservó el colorido de la cerámica de colores que tenía la cubierta. Tampoco se conserva la casa del ermitaño que debió de existir hace muchos años.
ERMITA DE LA PIEDAD A VISTA DE PÁJARO: Video y dron de Luis Alberto Tejerina Arribas. Detalle de la construcción por el interior de la torre:
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INTERIOR
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La estructura interior del templo es simple. Si lo vamos recorriendo de arriba a abajo y de atrás hacia delante vemos lo siguiente. En primer lugar, nada más entrar, llama la atención el precioso y bien trabajado artesonado que, aunque muy sencillo, pues no tiene ningún elemento decorativo, recuerda a algunos otros artesonados más representativos del arte mudéjar y que no están lejos de Villademor como por ejemplo el de la iglesia de Alija del infantado. Lo de artesonado, según lo entiendo yo, se llama así porque tiene la forma de artesa invertida y, en efecto, esa forma tiene el techo de nuestra ermita. Consta de una docena de tirantes, más o menos, y un sinnúmero de alfardas (cuartones) dispuestas a poca distancia unas de otras, bien acopladas y anguladas. Y todo ello en un excelente estado de conservación. Quizá haya sido la disposición del artesonado la que haya determinado la impresionante pendiente que tuvieron que dar al tejado. |
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Si seguimos describiendo los techos vemos que una vez pasado el artesonado principal llegamos a la capilla mayor. En ella el techo toma la forma de una bóveda en la que las cuatro pechinas (los espacios de transición que median entre las paredes que cierran el recinto terminando en arcos y la cúpula semiesférica) están aprovechadas para pintar en cada una de ellas un personaje bíblico con una leyenda. Veamos: |
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(Fuente de esta imagen: GUTIÉRREZ ÁLVAREZ, R.; Villademor de la Vega. Historia, cultura, arte, Salamanca, 2010, p.167) |
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¿Por qué estos personajes? ¿Por qué estas leyendas?
¿Acaso tienen todas algo en común? Parece claro que sí. Todas presuponen la
labor redentora de Jesús pero, a la vez, todas presuponen dolor, mucho dolor.
Sobre todo el dolor inmerecido, que es la antesala de la piedad. Porque la
piedad, a la que está dedicada esta ermita, no lo olvidemos, en realidad no es
más que la participación de una determinada manera en el dolor ajeno. La piedad es un tipo de com-pasión
o, si se prefiere la etimología griega, de sim-patía. Es, en muchos
casos, un tipo de sentimiento, o al menos se mezcla con sentimientos, lo cual,
según mi parecer, la puede alejar de las virtudes racionales, es decir, de las
virtudes. En cualquier caso es innegable que la piedad tiene que ver con un
sentimiento de compasión o conmiseración que tenemos ante los que sufren alguna
desgracia inmerecida. Espinosa, mi moralista favorito, dice (cito de memoria)
que la compasión es una tristeza por el mal ajeno inmerecido. En cambio, la
tristeza por el mal ajeno merecido sería más bien la misericordia. La diferencia
entre una y otra es, pues, sutil.
Así pues esta ermita se edifica en honor a la PIEDAD, porque se trata de ensalzar la virtud de la PIEDAD, por cuanto tiene de necesaria e incluso por cuanto tiene de soteriológica o salvífica. La compasión, en efecto, implica cierto grado de asimetría, eso es también lo que tiene de perversa, el que se apiada parece estar siempre por encima del apiadado, pero, a la vez, cierto grado de empatía y, por tanto, un ponerse en el lugar del otro. Y eso mismo hizo Jesucristo según la teología cristiana, ponerse (completamente) en el lugar del hombre, hacerse hombre nada menos, para sufrir como un hombre y, esto ya no lo entendemos, salvar al hombre muriendo por el hombre, por compasión hacia él. Tenía razón F. Nietzsche, Dios muere de compasión por el hombre. Pero no sólo Dios es compasivo con el hombre, sino que ha de serlo también el hombre consigo mismo y por eso, los compasivos serán bienaventurados: "μακάριοι οἱ ἐλεήμονες, ὅτι αὐτοὶ ἐλεηθήσονται", “bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”, palabras que el evangelista Mateo asigna al propio Jesús (Mt. 5, 7). Sin duda ha sido la moral cristiana tradicional la que más ha defendido la compasión y la piedad como virtudes que participan del sufrimiento del otro y como elementos afectivos concomitantes con la caridad. La piedad, motivada por el sentimiento o porque no deja de ser un mero sentimiento, nos lleva por un camino más corto a la caridad, la virtud por antonomasia del cristianismo. Pero hoy, es evidente, corren malos tiempos para la piedad, tampoco muy buenos para la caridad y por ende para el cristianismo. ¿Qué tiene de malo esta virtud? Y, si lo tiene, ¿cómo podría seguir siendo virtud? ¿Quizá debería dejarse de ser considerada como una virtud para no ser vista más que como un mero sentimiento? Es cierto que la piedad y la compasión no están muy bien vistas, pero ¿cuándo lo estuvieron? Siempre han tenido sus detractores incluso entre los propios cristianos. El que quiera saber más sobre esto vid. mi análisis sobre la Compasión y otras virtudes anejas. |
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Las pechinas también están profusamente adornadas con juegos florales y con inscripciones. La primera dice: "CONSOLATATRIX AFLICTORUM", es decir: "Consolación de los afligidos", una de las principales funciones, evidentemente, de la Virgen de la Piedad. En la segunda se lee lo siguiente: "REFUGIUM PECCATORUM", "Refugio de los pecadores". En la tercera, aunque con mayor dificultad, se puede leer: "SALUS INFIRMORUM": "Salud de los enfermos". Y por último, en la cuarta leemos: "AUXILIUM CRISTIANORUM": "Auxilio de los cristianos". Estos son, sin duda, los principales atributos que el autor de estas pinturas consideró más propios de la Virgen de la Piedad. |
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No hemos de olvidar en dónde se encuentra esta joyita de cúpula inadvertida e ignorada por el común de los amantes del arte y del patrimonio de nuestra comarca. Además está en perfecto estado de conservación lo cual es loable para un pueblo sin medios económicos para sostener verdaderas obras de arte encomiables como esta. Yo reto desde aquí que cualquiera de los entendidos y no entendidos en el arte eclesiástico encuentren en edificios similares y aún más distinguidos que éste una joya tan lograda como esta y no entiendo como no hay colas de turistas o peregrinos para visitarla y admirarla, pues se podría decir que en términos generales tanto la virtud de la piedad, como el amor al arte, son ambos un tipo de admiración. Hace falta resaltar, no obstante, una excepción pues tuvo que ser notable la admiración que le produjo este templo a D. José Luís García Grinda que en sus dos tomos lujosamente editados por la Diputación de León y titulados Arquitectura popular leonesa, León, 2007, sí la tiene en cuenta. De esa obra hemos sacado una imagen de la planta que se puede ver más arriba en esta página. |
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LA TALLA
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Se trata de una talla anónima, hecha en madera policromada, bien conservada y que data de 1570, aunque esta datación es muy insegura. GUTIÉRREZ ÁLVAREZ, R.; Villademor de la Vega. Historia, cultura, arte, Salamanca, 2010, p. 165 es mucho más prudente porque se limita a afirmar que es de entre los siglos XV-XVI. Nos vale con eso. Es posible que tenga alguna relación con la Virgen del Camino de León porque mi madre siempre dice, de habérselo oído a su padre, Nemesiano Prieto, que las dos Vírgenes eran "hermanas", porque habían sido talladas del mismo tronco. No sé qué habrá de cierto en esto, pero parece poco probable, porque la del Camino fue tallada mucho antes, entre 1502 y 1514. No obstante, si así fuese, se podría pensar que el autor pudiese ser el mismo. Para la Virgen del Camino se barajan dos posible autores: Roberto Herrera o Juan Alonso. ¿Sería alguno de estos el autor de nuestra Piedad? Es muy difícil saberlo, pero yo creo, desde mi analfabetismo artístico, que no parecen tallas del mismo autor. La policromía e incluso el estilo parecen muy distintos, yo diría incluso que artísticamente está más lograda la Piedad de Villademor que la del Camino. Eso sí, la leyenda que aparece en la peana de la del Camino es sobrecogedora, pues dice así: "O vos omnes qui transitis per viam, attendite et videte si est dolor sicut dolor meus", "Oh, vosotros todos, que pasáis por el camino, atended y ved si hay dolor semejante al mío", (Libro de las Lamentaciones, 1,12). La composición de nuestra Piedad es de formato piramidal, como las piedades renacentistas. No obstante, dicen otros, parece expresar más influencias góticas o flamencas que renacentistas. La Virgen tiene una gran corona rematada por siete pequeñas estrellas que recuerdan los siete "dolores", "angustias" o "puñales" que siempre se señalan de ella: 1ª.- la profecía de Simón que predijo la muerte del Hijo, 2ª.- la persecución de Herodes, 3ª.- cuando Jesús se pierde en el templo, 4ª.- cuando María encuentra a Jesús cargando con la cruz, 5ª.- la crucifixión, 6ª.- el descenso de la cruz y 7ª.- la sepultura. La Virgen de la Piedad representa, según la tradición, la quinta angustia. La quinta porque parece ser que eran enumeradas de forma distinta a como yo lo he hecho ahora. Se trata de una magnífica talla en la que se muestra a una Virgen madre que, sin dejar de ser bella, es ya una mujer madura, aunque en edad no parece mucho mayor que el hijo que sostiene. Su rostro, ligeramente alargado, muestra el lacerante dolor producido por la muerte de su hijo, recién bajado de la cruz y que sostiene en su regazo con la cabeza ligeramente inclinada hacia el rostro de su hijo. Su mirada, pienso yo, no está del todo lograda, pues sin dejar de estar serena, parece perdida, los párpados ligeramente asimétricos y exageradamente caídos quieren, seguramente, resaltar su infinito dolor pero, sin embargo, el resto de la cara, inapropiadamente sonrosada, me sigue pareciendo algo hierática y falta expresividad. En cualquier caso, su dramática belleza está lejos de la hermosa e incluso voluptuosa joven que, sin perder la serenidad de su hermosura, nos presenta Miguel Ángel en su famosísima y admirada Piedad. Pero a mí, ignorante, como he dicho, en esto de la interpretación del arte, parece que Miguel Ángel representa una Virgen sin demasiado dolor, sin demasiada consternación, y, por tanto, sin dramatismo. Bien es verdad que eso no se consigue sólo con el inconsolable rostro abatido y consternado de la Virgen, sino también con la visión del cuerpo desfallecido de Jesús. La Piedad de Miguel Ángel, desde mi modesto entender, muestra más ternura que piedad, más belleza que dramatismo, por la sencilla razón de que en su caso el artista no quiso sacrificar ni la belleza ni la juventud (excesiva a mi parecer) de la Virgen. Pero, evidentemente, no es este el caso de nuestra Virgen. Lo que a mi modo de ver sí está muy logrado es la ropa que luce la Virgen. Están bien trabajados los pliegues y se aprecia una rica y bien lograda policromía aportando al conjunto una armonía cromática bien rematada. El Cristo que sostiene en su regazo, en cambio, no parece que esté tan perfecto, parece que tiene una postura tan forzada y tan poco equilibrada que parece excesivamente rígido y se diría incluso que está desproporcionado. Es cierto que en muchas piedades, incluida la de Miguel Ángel, el Cristo es proporcionalmente más pequeño en talla que la madre. No sé si aquí será el caso, así lo parece desde luego, pero de todos modos no parece que el cuerpo yazga con total naturalidad. La cadera, las piernas y los pies parecen, si no mal conformados, sí les falta, al menos, cierta armonía en la composición. El rostro, que luce una barba y un pelo muy moreno y muy poblado, no refleja el gran padecimiento por el que ha pasado e inclina su cabeza hacia atrás, pero no tanto, parece, como debería. Uno de sus brazos cuelga inerte y sin vida y el otro es sostenido, sin esfuerzo ni dramatismo, por la mano izquierda de la Virgen. Y así, vista ahora de golpe, sinópticamente, ¿qué nos dice esta talla? Demasiado quizá para el creyente cristiano, desde luego. Es una imagen que golpea, que golpea al corazón y a la conciencia. Eso intenta al menos, creo yo. Es más, si no mirásemos más imágenes, haría flaquear incluso la omnipresente esperanza que debe poseer siempre el cristiano. Porque si Dios ha muerto, no es que todo esté permitido, como decía Dostoyevski, sino que todo parece estar perdido. Ya no cabría ningún remedio posible para la vida: solo cierta piedad inconsolable. Sólo cierta tristeza sobrevenida por los males inmerecidos que padecemos en la vida y de los cuales ninguno de nosotros está exento, pues en eso consiste en realidad la compasión, una virtud concomitante a la piedad. |
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¿POR QUÉ HAY TANTAS VÍRGENES EN ESPAÑA? VÍRGENES CON APELLIDO LA PIEDAD: UNA VIRTUD Y UN HAGIOTOPÓNIMO
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En cualquier caso, esa devoción que se profesa en Villademor a la Virgen de la Piedad, estoy convencido, no viene por lo de "Virgen", sino por lo de "Piedad". Dije algo similar cuando analicé el retablo de la Virgen de la Misericordia. Ahora bien, ¿por qué la devoción a la Virgen de la Piedad y no por ejemplo a la Virgen del Socorro, del Pilar, del Carmen o de la Vega, por poner algunos ejemplos? No lo sé. No sé, ni sé tampoco si alguien sabe qué avatares concretos históricos determinaron que aquí en nuestro pueblo la advocación mariana se refiriese a la Piedad y no a la Merced o a la Esperanza o a los Remedios. Yo siempre he mantenido que el mito de la Virgen con "apellido" (en genitivo: Virgo Pietatis), cualquiera que éste sea, es, en realidad, el mito de la tierra. Y no me refiero al mito de la Madre Tierra o incluso el de la Gran Madre como dirían algunos junguianos tipo Erich Neumann. Me refiero a la tierra en sentido local, a la "madre-patria" o, para no caer en el oxímoron, a la patria chica, a la "matria" dicho en el sentido de Plutarco o incluso en el de Unamuno. Porque Plutarco decía que deberíamos hacer como los cretenses que llamaban a su patria, matria, porque consideraban que debemos más a nuestras madres que a nuestros padres. Pero era esa una apreciación muy genérica. Unamuno es más preciso y con ello más complejo; mientras que la patria es centrífuga tiende al agradamiento, decía, la matria es centrípeta. La patria es lo general, lo político, lo abstracto, la nación política, diríamos hoy. En cambio, la matria es el terruño, la tradición, el hogar, la familia, lo biológico femenino, la tierra del sentimiento y de la infancia. Por cierto, se me ocurre una pregunta malévola: ¿cuál de los dos conceptos se identificaría mejor con la fratría? Se me ocurren preguntas incluso peores pero ya no las digo, son poco marianas. Quizá sea una falsa impresión mía, pero observo que la Virgen, la Virgen con "apellido" como vengo llamándola, está vinculada demasiadas veces a la madre-patria. Dicho de otra manera, que es más un hagiotopónimo que una advocación. Si no fuese así no tendría sentido el apellido, bastaría con que en todas partes se rezase a la Virgen, a María, sin más sobrenombres. Pero no es el caso. Por eso hay tantos "apellidos" de la Virgen como tierras diferenciadas hay o queremos que haya. Cada lugar tiene su Virgen, no en vano algunas Vírgenes tienen nombre de lugar: de Guadalupe, de la Vega, de Covadonga, del Camino, de Fátima, de Lourdes, etc. y todo ello sin perjuicio de que el nombre de algunos lugares remita directamente a la Virgen, con o sin apellido: Valverde de la Virgen, quebrada de la Virgen o playa de la Virgen. Aquí, entonces, la cuestión no es tanto determinar el mito de la virginidad de María, madre de Dios, tanto anterior como posteriormente al parto (dogma definido en el concilio lateranense del 649), algo muy estudiado por teólogos, mariólogos y estudiosos del Nuevo Testamento, sino determinar lo siguiente: ¿por qué la multiplicidad de "apellidos" o advocaciones que va tomando ésta tienen que ver con ciertas regiones? Es decir, ¿cómo las advocaciones que deberían tener un carácter ético, distributivo y universalista, terminan por convertirse en hagiotopónimos de carácter moral, atributivo y, por tanto, circunscritos a un grupo social o a un territorio? Porque muchos de estos "apellidos", aunque estén asociados a una virtud (piedad, misericordia, merced...), no dejan por eso de estar asociados en la mayoría de las ocasiones a un lugar. Por eso la "Virgen de la Piedad" de Villademor es distinta de la Virgen de la Piedad de Valladolid o, por ejemplo, de la Virgen de Monserrat, que en su himno dice que es "...de Montserrat estel, illumineu la catalana terra...". Se le pide que ilumine la tierra catalana, no otras tierras. ¿Resultará que la Virgen de Montserrat es catalanista o quizá independentista? La Virgen, incluso la que se nombra con apellido, a pesar de tener valores éticos universales, universalizables e incluso universalizantes, como en nuestro caso la virtud ética de la piedad, sin embargo, arrastra siempre demasiados componentes morales tribales (a-tribu-tivos), grupales, regionales o incluso regionalistas. Volvemos de nuevo a la tierra y no a la Tierra, por cierto, como veremos. La Virgen, para la Iglesia católica, no debe ser venerada como cualquiera otra de las Personas de la Trinidad, pues no es divina, es humana. Pero es "theotokos" (θεοτόκος = que dio a luz a Dios), es decir, que es la Madre de Dios, lo cual no es poca cosa. Pero eso no la convierte en Diosa, y, por lo tanto, sería incorrecto asociarla, aunque fuese siquiera mitológicamente, con la Madre Tierra o con la Diosa Madre, porque entonces, aparte de divina, sería anterior a Dios mismo, por cuanto sería su progenitora. Eso sería una paradoja inadmisible para la teología dogmática cristiana, de hecho se presenta en alguna de las herejías del cristianismo. Por lo tanto, no es ese el camino mariano que ha escogido la Iglesia. Así, entonces, la Virgen cristiana no es identificable con Gea (Γῆ), no es la Diosa Tierra identificable, por ejemplo, frente al Dios Cielo (Οὐρανος) que la fecunda con su lluvia como vemos en la Teogonía de Hesíodo. No es la Virgen-Tierra ni la Pachamama inca, ni nada de eso, es, si acaso, la tierra-virgen (circunscrita a una región) por cuanto encierra también el mito de la fertilidad, siempre asociado a la tierra desde antes incluso de la agricultura, desde el Paleolítico, cuando todavía no se sabía que el varón era el causante de la maternidad. Por eso los hijos en aquel tiempo, más que pertenecer a los varones, que, como S. José, serían siempre padres putativos (Pater Putativus, de ahí lo José por PP = Pepe), pertenecerían a la madre y con ella al lugar matrio, a la "matria", al "tópos" [τόπος]. Es por todo esto por lo que defendemos que siempre que hablemos de la Virgen con apellido, en realidad estamos tratando de un hagio-topónimo [ἅγιος + τόπος, literalmente: lugar santo]. Un modo mítico pero eficaz de dar carta de naturaleza a un lugar creado, fundado por el hombre como cuando se funda una ciudad. Es un modo de hacer un cosmos [κόσμος] a partir de un espacio "ápeiron" [ἄπειρον] indeterminado. Un modo de lograr localizar y por tanto identificar, de dar identidad a un lugar determinado hasta entonces inexistente como tal lugar, es decir, de establecer un "tópos" [τόπος] en una khôra [κῶρα], o lo que es lo mismo, de establecer una localidad identificable en un espacio que en un principio no estaba recorrido, que era indeterminado y acósmico, como podría ser, en nuestro caso, el espacio virgen de la Vega del Esla antes de producirse el primer asentamiento de nuestro pueblo. Hablar, por tanto, de una Virgen con apellido es siempre un mito fundacional. Sin duda es por esto por lo que hay tantas Vírgenes con apellido en España, casi tantas como lugares que quieren destacarse frente a otros. * * *
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GALERÍA DE IMÁGENES DE LA ERMITA DE LA PIEDAD |
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Ninguna de éstas imágenes es mía, todas han sido sacadas de Internet sin modificación. Desconozco la autoría de la mayoría de ellas (solamente algunas, quizá las mejores, sé que han sido hechas por Alejandro Fernández Cabañeros) pero en ningún caso es mi intención apropiarme de ellas o calificarlas como propias, de tal modo que si alguien reconoce como suya alguna imagen que quiere que retire de aquí o quiere que se la adjudique él como autor sólo tiene que decírmelo. Mi intención es sólo la divulgación de nuestro patrimonio que creo que es digno de difusión.
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